Las cenizas del califato

Mikel Ayestaran estaba en la ciudad de Bagdad cuando, en dos mil catorce, Estado Islámico, entonces un conjunto ignoto, tomó Mosul, y en dos mil diecisiete presenció la caída de la urbe, lo que los políticos en Irak llamaron la «derrota del califato». No obstante, sobre el terreno no existe nada que celebrar: la herencia de Dáesh son cientos y cientos de pueblos y urbes espectro a las que los civiles no pueden retornar debido a la destrucción, la carencia de servicios y, primordialmente, al temor y a la falta de seguridad generados por el conjunto terrorista.

De todo ello da cuenta Mikel Ayestaran en este libro, para el que ha accedido a zonas que pocos cronistas occidentales han podido visitar. La zona, sumida en la inseguridad por el vacío de poder creado en las áreas que estuvieron bajo control yihadista, lucha por recobrar la normalidad. Mas, ¿cuáles son las huellas que ha dejado Estado Islámico en los territorios ocupados? Y, sobre todo, ¿ha desaparecido verdaderamente o bien solo ha pasado a ser un terror en la sombra?