Se me pasa el arroz pero no el conejo

Cuando Sandra volvió a la soltería, creía que encararía esta nueva etapa con madurez y calma, mas no tardó mucho en percatarse de que, en cuestión de amores, se prosiguen haciendo exactamente las mismas estupideces con treinta años que con 15. Pese a que todo el planeta afirme que los hombres son muy simples, Sandra y sus amigas tienen la impresión de que se marchan encontrando a los chicos más difíciles y más extraños del planeta, tanto en el terreno sentimental como en el sexual. Por el hecho de que, si bien en las novelas y en el cine, todo es bonito y poético cuando los protagonistas tienen sexo, en la vida real en muchas ocasiones te lo pasas mejor contándoles a tus amigas el desastre de polvo que has echado el día ya antes, que el rato que has estado a ello... y, a veces, aun tardas bastante más en hacerlo.

Este libro nos sumerge en la vida diaria de Sandra, en las relaciones con sus amigas y en sus inconvenientes laborales, de salud, cariñosos y sexuales. Con su particular forma de contar las cosas, sin tapujos ni ornamentos, leer el diario de Sandra te dará la impresión de que hablas con una amiga.