Yo, Rubén Darío

En mil novecientos dieciseis muere en su Nicaragua natal —víctima del alcohol—, el versista más conocido del planeta de habla de España. Absolutamente nadie había cantado como Rubén Darío la primavera y el erotismo, la sofocación frente a lo ignoto y el terror a la muerte. Darío dedicó páginas magníficas a España, Francia y también Italia. En la ciudad de París trató a Paul Verlaine y Oscar Wilde. Vivió 14 años con una robusta campesina de Ávila, Francisca Sánchez. Y todo en él fue excesivo. En estas ‘memorias póstumas’, elaboradas por Ian Gibson desde una larga y estricta investigación, Rubén, que se había empezado en el espiritismo, nos cuenta, mediante un ocultista, la verdad de su vida atormentada y alucinante. Fruto de una meticulosa lectura de la grande obra de Rubén, tanto la lírica como la periodística, el relato de Ian Gibson nos ubica de lleno en el cosmos interior del gran autor, el día de hoy, en el centenario de su muerte, merecedor de una revalorización en profundidad.